El voto para disfrutar.

Cuando los partidos aplican medidas que perjudican a sus votantes, a estos se les suele decir “disfrutad de lo votado” en tono burlesco. Por ejemplo, a los trabajadores que votan a partidos de derechas que luego hacen reformas laborales contra sus intereses. Puede tener sentido esa burla cuando crees que el trabajador se equivocó o le engañaron. Pero esa burla no tiene sentido en el caso del trabajador que realmente disfruta de su voto cuando el partido toma medidas perjudiciales, aunque a él mismo le perjudiquen.

Es evidente que muchos trabajadores votan a las derechas de una forma racional. Se podrán equivocar o no, pero deciden racionalmente que eso es lo mejor para ellos y/o para el conjunto del país. Pero eso no quiere decir que no haya también trabajadores que votan a la derecha sobre todo para joder a alguien. Sí, decimos joder porque es necesario usar este verbo para describir ese comportamiento, dado que “perjudicar” se quedaría muy corto. A estas alturas no vamos a negar u omitir que hay muchísima gente que obra así no solo en el voto sino también en todos o muchos aspectos de su vida. El propietario de un piso que regularmente tira colillas al suelo en la escalera, el ascensor o el garaje. No las tira al suelo en su vivienda, ni siquiera se espera unos segundos a tirarla en la calle… no, las tira en la escalera o en el garaje sencillamente para joder a los vecinos que conoce, aunque la escalera y el garaje sean elementos comunes de su propia vivienda.

La característica más definitoria de los que votan para joder a alguien es que están dispuestos a pagar su parte del perjuicio. Saben de sobra que ellos también perderían la posibilidad de cobrar las “paguitas” que quitaran a los que ellos pretendieran perjudicar. Saben de sobra que ellos no pueden pagarse una sanidad privada de la misma calidad que la pública que fuera privatizada o reducida. Saben de sobra que facilitar el despido -curiosamente- no reduce el número de despidos sino que lo aumenta. Saben de sobra que reduciendo las cotizaciones a la SS se reduce el dinero con el que les pagan el paro, las bajas médica o la jubilación. Saben de sobra que bajar los impuestos -curiosamente- beneficia más a los que más impuestos tendrían que pagar, que no son los que llevan a sus hijos a las escuelas públicas ni usan la sanidad pública que se financian con esos impuestos.

Todo eso ya lo saben, pero saberlo no solo no les supone un impedimento para votar a la derecha, sino que incluso les supone un aliciente, porque lo consideran el precio justo que pagan para conseguir su deseo. Incluso ni siquiera lo consideran un perjuicio personal, porque se reparte entre uno o varios colectivos. Es el mismo comportamiento o mecanismo mental con el que estas mismas personas “resuelven” el dilema del prisionero. No lo resuelven buscando el beneficio del colectivo, sino buscando no quedar en peor situación que otros de ese colectivo. Si le dan paguitas a los que son más pobres que yo, ellos mejoran pero yo no, por tanto yo estoy peor que antes y voto para que nos quiten las paguitas a todos. El típico trabajador que prefiere que la empresa no le suba el sueldo a nadie antes que se lo suban a él menos que a otros. Todos los conocéis, los habéis conocido, o los vais a conocer. Trabajadores que acuden a un sindicato o al comité de empresa a preguntar cómo pueden “denunciar” para que a otro trabajador le quiten la reducción voluntaria de jornada o cualquier otra medida de conciliación familiar que la empresa le haya dado. “-Amo, ese negro tiene un caballo. -¿Y tú quieres un caballo? -¿Para qué quiero yo un caballo? Lo que quiero es que él no lo tenga.”

Los políticos de la derecha tradicional y de la extrema derecha se saben todo esto de sobra, porque es más viejo que peinar al niño con colonia. Por eso la derecha tradicional lanza mensajes de rebajas de impuestos, contención del “gasto” , mayor eficacia de la gestión privada que la pública, rebajas de las cotizaciones empresariales y del coste del despido para favorecer la contratación… Porque hay trabajadores que realmente se creen que reduciendo gastos a los empresarios, estos no se quedan con el dinero sino que les suben los sueldos a su plantilla. Incluso se podría discutir si tienen razón en términos generales, no solo en casos particulares. Pero especialmente también hay trabajadores que no se creen nada de eso, porque ya han tenido experiencias en contra, pero aún así votan a esos partidos para que al negro le quiten el caballo.

Los partidos de extrema derecha llevan esta estrategia muchísimo más lejos, con un mensaje muy claro: ¿no te gustan los rojos, los socialistas, los progres, los inmigrantes, los meteorólogos, la izquierda, las feministas, los que ponen vacunas, los gays, las lesbianas, los transexuales, los sindicatos, los perroflautas, las abortistas, los del cine…? Pues vótanos a nosotros, que vamos a por ellos.

Cuando admites que sí que hay gente, y no poca, que vota para joder a colectivos, entonces todo te cuadra. Entonces te explicas lo que creías inexplicable. Entonces comprendes que, sí, que están disfrutando de lo votado. Comprendes que hay homosexuales votando a la extrema derecha para perjudicar a los sindicatos. Que hay sindicalistas votando extrema derecha para perjudicar a los homosexuales. Que hay inmigrantes que votan extrema derecha para perjudicar a las feministas.

Los que votan para joder a alguien, aunque sea pagando el precio, son el público más fiel y por eso algunos van directamente a por ese público. Aunque solo con ese público no sea suficiente para ganar unas elecciones e incluso aunque lanzar los mensajes para captarlo pueda hacer perder el voto de otro público. Pero tener ese público fiel sí que puede ser suficiente para que algunos se aseguren su puestecito de ministro, diputado, senador, concejal, empresa pública o chiringuito y chupar del bote muchos años. A lo mejor algunos simplemente quieren solo eso y aguantar lo que les dure el chollo. Que a lo mejor les duraría poco; porque si es difícil de creer que reduciendo las cotizaciones tu jefe te vaya a subir el sueldo, es aún más difícil de creer que la extrema derecha vaya a echar realmente a los inmigrantes “ilegales”. ¿El partido de Manolo el del bar, de la Señora Marquesa del cortijo o de Purita de la calle Serrano va a echar a los camareros, peones y chachas que más baratos les salen y cambiarlos por españoles con derechos?

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