El despido por espabilao.

Los lectores habituales de Laboro ya deberían saber distinguir a estas alturas entre tipos de despido, que únicamente son dos: el despido objetivo y el despido disciplinario. Por resumir, el despido disciplinario tiene como causa una falta del trabajador lo suficientemente grave y culpable para que justifique la sanción del despido; mientras que el despido objetivo se supone que es por razones objetivas, o sea "independientes", por llamarlas de otra forma. Por ejemplo un despido objetivo podría tener como causa que las ventas de la empresa hubieran bajado, que un gran cliente hubiera finalizado una contrata, que el puesto del trabajador ya no fuera necesario, etc. etc. Digamos que el despido objetivo es lo mismo que cuando se suspende la verbena del barrio por culpa del mal tiempo, mientras que el despido disciplinario es como cuando se suspende por culpa de la orquesta, que no se presenta. Por supuesto, el trabajador siempre tiene la posibilidad de impugnar tanto un despido objetivo como uno disciplinario y entonces sería el juez el que lo calificaría como procedente, improcedente o nulo, como se explica en el artículo sobre tipos de despidos.

Hay muchas causas de despido disciplinario. Por ejemplo, las faltas de asistencia, la desobediencia, las ofensas, etc. etc. Si la empresa lograra probar que las causas alegadas en la carta fueran reales, fueran faltas sancionables y fueran suficientemente graves (las tres cosas y no solo la primera) entonces habría posibilidades de que el juez lo declarara procedente. Parece mentira, pero aún hay muchos trabajadores que ignoran que quien decide si el despido es procedente o no es el juez y no la empresa y que es ésta la que tiene la carga de la prueba de la procedencia, no el trabajador quien tiene la de la improcedencia.

Pues bien, dentro del despido disciplinario procedente, es decir sin indemnización por ser declarado procedente por un juez en una sentencia, hay un despido muy especial. Sería el que podríamos llamar "despido del espabilao", llegando en algunos casos al "despido por ....", quedando a la elección del lector el adjetivo a situar sobre la línea de puntos. ¿De qué otra forma más apropiada y descriptiva podrían calificarse despidos como los siguientes?

  • Trabajador de un supermercado despedido por guardarse los tiquets de descuento que no usaban los clientes y luego usarlos el mismo.
  • Trabajadora despedida porque al día siguiente de iniciar una baja por enfermedad se fue a un parque de atracciones de despedida de soltera y una amiga suya subió fotos a su página de Facebook, que tenía abierta y cualquiera podía verlas.
  • Trabajadora que subió vídeos de compañeros también a su página de Facebook, vídeos que ella misma había copiado del sistema de grabación de la empresa.
  • Trabajador despedido de un taller de coches porque les hacía cambios de aceite sin cobrar a sus amigos. O la variante del camarero despedido por invitar a copas a los colegas.
  • Infinita variedad de despidos por "sisar" pequeñas cantidades de la caja, por robar material de escaso valor (bolis, etc.), por usar el coche de la empresa para irse de puente o para hacer la compra, por bajarse películas con el ordenador de la empresa, por usar el móvil de empresa como línea particular para llamar a toda la familia y amigos, etc. etc.
  • Los despidos del coleguita guay, como por fichar por el compañero.
  • Un caso especial es el que podríamos llamar "el despido del flipao". Por ejemplo el trabajador que hace acusaciones públicas no probadas contra la empresa: en una página de Facebook, con carteles en su balcón, "acampando" con carteles en la calle o incluso en la puerta de los juzgados, haciendo pintadas, repartiendo "panfletos" en la puerta de la empresa, recogiendo firmas, etc. etc. Un caso extremo del típico trabajador que cree en las hadas madrinas y además dice que las hadas madrinas tienen la obligación de solucionarle sus problemas, por supuesto "por ley".

Estos despidos suelen tener dos características comunes muy curiosas. La primera es la pretendida justificación "porque lo hace todo el mundo". La segunda es que ese mismo trabajador que se atreve a hacer ese tipo de cosas no se atreve a pedirle a la empresa que le pague las horas extras ilegales, ni el salario obligatorio por convenio ni menos aún se atreve a presentar contra la empresa una demanda ante los juzgados de lo social ni una denuncia ante inspección de trabajo. No se atreve ni a quejarse "porque si no me despiden", pero sí que se atreve a llamar a su novia de viaje en Madagascar con el móvil de la empresa o a no ticar 1€ en la caja para pagarse la zona azul.

Aunque no lo parezca en realidad estamos hablando de padefos, como en tantas otras ocasiones, y por tanto hablamos de los superpoderes del padefo. El padefo no es necesariamente un ser apocado o lo que pudiéramos llamar un "flojo". El flojo no pone en Facebook que su jefe es un ladrón. Gracias a su supermodestia, el padefo no tiene la culpa de coger dinero de la caja ni de ir con el coche a la pelu sino que la culpa es de los demás o incluso de su jefe porque "todo el mundo lo hace" y tampoco tiene la culpa de no demandar ni de no denunciar porque "nadie lo hace". El tan cacareado miedo al despido muchas veces no es más que una simple excusa para seguir haciendo lo de siempre, que para el padefo fundamentalmente es hacer lo que haga todo el mundo porque hacer otra cosa es precisamente el "follón" del que pasa. Por eso el padefo se sorprende y se cabrea en extremo cuando le despiden por hacer lo mismo que todo el mundo, porque para él eso es hacer las cosas bien o al menos que si estuvieran mal no sería por su culpa.

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