Los obreros negacionistas.

Uno de los grandes triunfos del sistema político y económico actual es haber conseguido que haya obreros que no solo no saben que son obreros sino que hasta niegan que lo son. Como todos sabemos, hay varios partidos políticos que explotan este asunto a su favor y políticos que viven de ello. Lo mismo que hay montones de empresarios y asociaciones empresariales que también se aprovechan, porque si tú no eres un obrero, no necesitas un verdadero sindicato, las reivindicaciones obreras no son tu problema, no necesitas convenios ni leyes laborales que te defiendan, no necesitas un sistema público y potente de salud y de prestaciones sociales y por supuesto que no necesitas un salario mínimo “de pobres”.

El "obrero negacionista" piensa que un obrero es un señor con casco en una obra, un camarero en un bar, un guarda de seguridad, un fontanero a sueldo, una limpiadora… En general un trabajador fácilmente sustituible, que cobra poco y digamos que trabaja más con las manos que con la cabeza.

Pongamos como ejemplo a Porfirio. Porfirio es mecánico de, más o menos, nivel intermedio. No cambia el aceite y los neumáticos como otros mecánicos de menor nivel, sino que hace reparaciones mucho más complejas e incluso se puede decir que es el que más sabe de su taller. Las cosas sencillas las hacen otros mecánicos. El taller donde trabaja es uno de los más importantes de su ciudad, o incluso es un concesionario oficial de una marca cara. Además, Porfirio cobra “mucho”… pongamos 30.000€ al año.

Por todo ello, Porfirio cree que él tiene de obrero lo mismo que de indio apache de las praderas. ¿Cómo voy a ser un obrero si soy el “encargao”, cobro 30.000€ al año y mi taller es el mejor? O lo que es lo mismo: ¿cómo voy a ser “menos” si en realidad soy “más”? No hombre no, yo no soy un obrero sino que soy un profesional de clase media. Yo soy más que los obreros y por tanto tengo que comportarme como los que son más que los obreros. Yo sólo me relaciono con mis iguales y, como en la empresa no tengo iguales, no me relaciono con nadie.

Pues tararí que te vi, Porfirio. El problema es que la palabra “obrero” induce a confusión, al relacionarse con obra, trabajo manual, baja cualificación e incluso pobreza. Pero un obrero no es solo eso. Ser obrero no es cobrar poco. Ser obrero no es trabajar con las manos. Ser obrero no es saber poco. Ser obrero no es que lo tuyo lo haga cualquiera. Ser obrero no es no tener subordinados. Dicho a la inversa, no dejas de ser obrero por cobrar lo que tú crees que es mucho, ni por ser un químico molón en un laboratorio lleno de tubitos misteriosos, ni por ser jefe de equipo, ni por trabajar en una empresa chulísima de esas que tienen guardería y futbolín.

Ser obrero es necesitar trabajar para otro de forma que dependes de él y él se queda con el fruto de tu trabajo. Si ese otro desaparece, tu economía desaparece. Un obrero es el empleado en una relación laboral, que precisamente se define o diferencia de otras relaciones por el hecho de que tiene las características de pago, dependencia y ajenidad. Te pagan, te dan las órdenes y se quedan con los beneficios de lo que haces.

Si no quieres llamarlo obrero, llámalo trabajador. Pero el término trabajador es demasiado amplio, porque también trabajan los empresarios con trabajadores y los profesionales independientes. Por eso en Laboro gustamos mucho del sustantivo “empleado”, porque es perfecto en este sentido. Tú eres el empleado en una relación laboral, porque el empresario te emplea o usa para obtener un beneficio y a cambio de ello te paga un salario. Pero un empresario con trabajadores o un profesional independiente no es “empleado” de nadie, sino que tiene precisamente lo que tú no tienes, que es la independencia y la propiedad del fruto de su trabajo. Le vaya bien o le vaya mal y aunque dependa de sus clientes, porque eso no tiene nada que ver. La dependencia o independencia no se refiere a depender de los ingresos económicos sino a depender de un jefe que puede ordenarte lo que tienes que hacer, cómo y cuándo hacerlo. El empresario o profesional no tiene esa dependencia, pero tú sí. Hasta cuando tienes cierta libertad de criterio y de actuación es solo porque la empresa te ha permitido que la tengas y te la puede quitar cuando quiera.

¿Eres un ingeniero estupendo con muchas ofertas de empleo, una gran casa, un salario de 80.000€ anuales y un equipo de trabajadores a tus órdenes? Pues enhorabuena, pero eso no quiere decir que seas menos obrero que el camarero que te pone el café. O empleado, o trabajador, o currela, o como lo quieras llamar; pero estás en el mismo saco que él. Esa es tu clase y no otra. Por tanto, sí que son tuyos los problemas de salarios mínimos, de “paguitas”, de reformas laborales, de convenios colectivos, de representantes de los trabajadores, de sindicatos simulados y auténticos… porque son los problemas de tu clase. Aunque esos problemas no te afecten personalmente, porque sí que afectan a tu clase. Además de que la vida da muchas vueltas y no puedes estar seguro de que no suceda algo que te ponga en tu sitio: un accidente, una enfermedad, una crisis, una pandemia, una catástrofe natural o cualquier otra cosa. ¿Tú tienes suficiente dinero ahorrado para vivir sin trabajar y mantener a tu familia lo que te resta de vida? Pues eso.

Esto está ya inventado desde hace muchísimos años y se llama “conciencia de clase”. Al respecto, llama la atención que algunos critiquen este concepto u otros similares diciendo que es “viejo”, como si el capitalismo se lo hubieran inventado ayer por la tarde después de la merienda. Más llama la atención que haya lo que se conoce como “obreros de derechas” que o bien no hacen suyos los problemas de la clase obrera o bien les dan prioridad a otros tipos de problemas, al parecer mucho más importantes. Como el idioma de los carteles en Cataluña, poder fumar en las terrazas de los bares, poder tomarse cañas durante una pandemia, poder ir a 100 en las carreteras, que lleven latinos oscuritos a Eurovisión, que llamen matrimonio a lo que no es, que piten el himno en las finales, que los coletas se compren casas con su dinero… Esos problemas sí que son importantes y les afectan a ellos mucho más que las tonterías de los tipos de contrato de trabajo, la sanidad pública, las cotizaciones a la Seguridad Social, los sindicatos simulados, los salarios mínimos, el permiso de paternidad… todo eso a Porfirio le importa menos que lo otro, porque cobra 30.000€, tiene un piso hipotecado a 30 años con aire acondicionado en todas las habitaciones y, si quiere, mañana le dice a un mecánico de su equipo que le quita las vacaciones.

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